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3/11/10

Cosas de críos.

Los golpes en la puerta resuenan como cañonazos en el pasillo.
-¿Abres tú?- pregunta con el tono apagado de los últimos días, de las últimas semanas.
La miro a los ojos, pozos inmensos de vacilaciones, de espantos, de preguntas sin respuesta, en los que no reconozco aquellos lagos de hermosas vibraciones en los que me sumergía feliz, hace tan sólo una pequeña eternidad de dos despidos y una hipoteca.
 
-Sí, ya voy yo- no consigo que mi voz sea la de siempre, la de los días de fiesta, cuando era fiesta a diario.
Me deslumbra la luz del rellano, vislumbro tres sombras, el contorno de tres cuerpos, dos uniformados.
-¿Es usted Pepe Pérez?- ante mi asentimiento mudo continúa de un tirón, de carrerilla- pues tienen dos horas para vaciar el piso y abandonarlo, por orden del juez. El señor secretario, aquí presente, da fe del auto de desalojo forzoso.
El que viste de paisano, presuntamente secretario del señor juez que nos tira a la calle, extiende la mano inocente y me ofrece un papel que las lágrimas contenidas me impiden leer, pero que será cierto, que nos tiran a la calle en dos horas, no va a mentir el papel, ni el secretario, ni el señor juez.
-Es que no tenemos donde ir, ni donde dejar los muebles, es que…
-Para eso ha tenido ya tiempo y lugar donde alegarlo, ahora lo que toca es ejecutar… la sentencia de desahucio, no ponga las cosas más difíciles- clama el de uniforme que sí lleva bigote- el tiempo empieza a correr- me mira preocupado, teme que vaya a crearle problemas.
Intento cerrar la puerta pero la pesada bota me lo impide.
-Deje, deje la puerta abierta, no se cerrará hasta que salgan ustedes y el señor secretario la selle, por orden del juzgado.
-Cariño, ¿Quién es?- desde el saloncito de tres metros cuadrados me llega su apagada voz, hasta ayer cantarina y melodiosa.
-Nadie, no es nadie- afirmo sin rencor mientras regreso al interior. Observo la hora en mi Casio de cinco euros, son las once. A la una tenemos que estar en la calle. ¿Cómo se lo digo?
-¿Son ellos? ¿Nos echan? No te preocupes, saldremos adelante- que lista es mi niña.
-¿Qué haremos con los pocos muebles, los utensilios de cocina, la poca ropa…?
-No te preocupes cariño, durante un tiempo no lo necesitaremos y, al fin, nada es nuestro todavía, hemos pagado unas pocas letras, no nos dieron tiempo a más, los despidos de ambos...
Cuando salen por la puerta y descienden las escaleras en silencio, la joven va delante sujetando con ambas manos su abultado vientre.
-¡Hay que joderse! Qué cosas pasan, si son dos críos…- el policía que no lleva bigote se vuelve al señor secretario.
-Proceda, que se nos está pasando la hora del almuerzo.

©Scila.
Diego R. Herrero: Novbre-2008

2 comentarios:

  1. Anónimo11/19/2010

    Y que esto este pasando a diario, una lastima....
    Gracias por la invitación!

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  2. Gracias por tu visita. Vuelve pronto y... sin prisas!

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