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10/3/25

El Autobús


-Hoy hace cinco años cielo, ¿recuerdas? 
-Claro que recuerdo- con el pretexto de la conducción evito mirarla a los ojos, habría descubierto en los míos que mis recuerdos no son los de ella. 
-Cada vez que lo pienso me sorprende más el cúmulo de casualidades que fraguaron nuestro encuentro. ¿No te ocurre lo mismo, cariño? 
-Sí, sí. Algo parecido, supongo. 
-Más tarde supe que, una avería del coche te obligó a buscar un taxi que nunca apareció y a subirte al autobús. La urgencia por llegar a la Ciudad Universitaria y tu salida precipitada del autobús, girado el rostro hacia el interior lograron que mi llegada inoportuna terminase en tragedia. 
-Lo recuerdo como tú, y mi pierna también lo recuerda- si las medias piernas pueden recordar-, tu falta de pericia conduciendo, el golpe, la clínica, la intervención... en fin, tus visitas diarias, tus atenciones... Me enternecieron y terminamos casados. Nunca más he subido a un autobús, los miro y pienso que si no hubiese bajado aquel día...
 
 ->>La joven subió al autobús, echó una ojeada mientras entregaba su billete al conductor y, no sé por qué, vino a sentarse frente a mí. Había algún otro asiento libre, pero vino a sentarse frente a mí. Me sonrió agradeciendo mi gesto al facilitar su paso para acomodarse cerca de la ventana y pude observar su perfil. De aquella observación surgió una pequeña llama que provocó un incendio en mi interior que sigue ardiendo a lo largo del último lustro. No volveré a encontrarla pero guardo en mi cerebro su imagen adorándola en secreto, en absoluto y amargo silencio>>. 
 
 -¿Lo dices por tu pierna amor?
-Pues claro, ¿por qué iba a decirlo? Un día te pondrán una sanción ejemplar, ¿no puedes colocarte el cinturón, como todo el mundo? No me hace caso, ella es así. 
 
 --<<¿Vives por aquí?>>-. 
Quise retener su atención pero no se me ocurrían frases inteligentes, apropiadas...
 -<<No, vivo al otro extremo de la ciudad>>-.
Tenía música, su voz tenía música, semejaba trinos de pájaros enamorados. Quiero pedirle una cita, un teléfono... y sonríe de nuevo, mirándome a los ojos y me quemo en su mirada como alas de la mariposa arden con la llama de una vela. 
 
 -¿Me perdonarás algún día?- la mano de mi esposa sobre el muslo me produce una descarga, un poco más abajo comienza la prótesis sobre la que me apoyo para poder caminar sin muletas. 
-Claro, en realidad no hay nada que perdonar, fue el destino y, ¿qué importa una pierna menos, si a cambio te tengo a ti?- tiene sentido del humor, sus carcajadas llenan el habitáculo del coche por encima de la música del CD.
-Cómo eres cariño, bromeas con todo. Me encanta tu visión de la vida, en positivo siempre. 
 
Quise pedirle una cita, un teléfono... 
-¡Moncloa!- gritó el conductor por la megafonía, mi parada. Instintivamente me puse en pie y caminé hacia la puerta girado el rostro, manteniendo el hilo que nos unía a través de nuestras pupilas. La escalera, desciendo los peldaños. Mantengo en ella la mirada, la última mirada a la joven más maravillosa jamás vista... piso el asfalto y el autobús se aleja, cruzo la calle sin separar la mirada del autobús que se aleja. De repente, un vehículo me golpea, me lanza hacia delante y luego me pasa con la rueda por encima de esta pierna. 
 
-Cariño no te distraigas, has estado a punto de atropellar a ese peatón-. Me concentro en la conducción, cambio al carril de la izquierda y acelero. El vehículo responde en un instante alcanza los 100 kms/hora, son demasiados en plena ciudad. De improviso, en un paso de cebra a corta distancia observo la figura de una mujer, no puedo verle bien la cara pero, ignoro el motivo, algo llama mi atención. A medida que me acerco diviso sus rasgos y me parece... ¡Es ella! ¡La chica del autobús! 

Continuará

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