-Claro que recuerdo- con el pretexto de la conducción evito mirarla a los ojos, habría descubierto en los míos que mis recuerdos no son los de ella.
-Cada vez que lo pienso me sorprende más el cúmulo de casualidades que fraguaron nuestro encuentro. ¿No te ocurre lo mismo, cariño?
-Sí, sí. Algo parecido, supongo.
-Más tarde supe que, una avería del coche te obligó a buscar un taxi que nunca apareció y a subirte al autobús. La urgencia por llegar a la Ciudad Universitaria y tu salida precipitada del autobús, girado el rostro hacia el interior lograron que mi llegada inoportuna terminase en tragedia.
-Lo recuerdo como tú, y mi pierna también lo recuerda- si las medias piernas pueden recordar-, tu falta de pericia conduciendo, el golpe, la clínica, la intervención... en fin, tus visitas diarias, tus atenciones... Me enternecieron y terminamos casados.
Nunca más he subido a un autobús, los miro y pienso que si no hubiese bajado aquel día...
->>La joven subió al autobús, echó una ojeada mientras entregaba su billete al conductor y, no sé por qué, vino a sentarse frente a mí. Había algún otro asiento libre, pero vino a sentarse frente a mí. Me sonrió agradeciendo mi gesto al facilitar su paso para acomodarse cerca de la ventana y pude observar su perfil. De aquella observación surgió una pequeña llama que provocó un incendio en mi interior que sigue ardiendo a lo largo del último lustro. No volveré a encontrarla pero guardo en mi cerebro su imagen adorándola en secreto, en absoluto y amargo silencio>>.
Quise
retener su atención pero no se me ocurrían frases inteligentes, apropiadas...
-<<No,
vivo al otro extremo de la ciudad>>-.
Tenía
música, su voz tenía música, semejaba trinos de pájaros enamorados. Quiero
pedirle una cita, un teléfono...
y sonríe de nuevo, mirándome a los ojos y me quemo en su mirada como alas de la mariposa arden con la llama de una vela.
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